Burbuja del ladrillo, hipotecas sub-prime, agencias de rating… pero ¿de qué demonios me están hablando?, se pregunta mucha gente ante la magnitud e inexplicabilidad de la crisis que nos azota. Y en realidad, la explicación es muy sencilla, si lo contamos en cristiano.
Vamos a ver. En USA han dado en llamar a un tipo de gente los NINJAS, aunque no tienen nada que ver con los míticos guerreros japoneses.
Ninja es el acrónimo de not income, not job, not assets (sin trabajo, sin ingresos, sin propiedades). Pues bien, en plena euforia de la expansión constructiva de 2005 y 2006, los bancos daban créditos a manos llenas a estos ninjas. Es más, por un cuchitril de mala muerte en un pésimo barrio valorado en, digamos, 100.000 dólares, le daban una hipoteca de 150.000$, así el ninja aprovechaba y, además de comprarse su pisito, se iba de vacaciones, se compraba un coche, etc. Total, como la vivienda subía y subía, en el momento en que el pobre ninja no pudiese pagar, se le embargaba y se recuperaba con creces el dinero invertido. Hasta aquí todo muy bien, pero llega un momento en que el capital invertido por los bancos superaba ampliamente los ratios que la ley estipulaba y la Reserva Federal entra en funcionamiento y exige poner las cuentas claras.
¿Qué había pasado con esas hipotecas, a las que se denominaba sub-prime (de baja calidad)? Que se empaquetaban junto con otras de calidad media y unas pocas de calidad alta y una agencia de calificación (llamadas agencias de rating, generalmente propiedad o cliente del mismo banco) las calificaba como AAA (la calificación de producto de la máxima calidad financiera) o AA (alta calidad), cuando en realidad eran pura y dura morralla. Y se ponen en venta estos paquetes de valores en este mercado globalizado nuestro.
Por ello, tú que depositas tus ahorros en, digamos, Cajastur, con toda la tranquilidad del mundo, compras un producto financiero que Pepe, tu director de sucursal de toda la vida te recomienda sin tener él mismo ni zorra idea: “es de un Banco de Chicago de toda garantía” y a los pocos meses, cuando la Reserva Federal ha tirado de la manta, te encuentras con que aquella inversión del prestigioso Banco de Chicago que compraste por 100 ahora vale 40. Y así la crisis se expande por todo el mundo cual mancha de aceite.
Y ello genera una cadena de impagos entre todos los bancos mundiales y un corte del grifo del crédito, fundamental para la expansión de la economía.
Ya sabes, un banco te da un paraguas cuando hace sol y te lo quita cuando comienza a llover.
Y esto surge en un país con un sector construcción en moderada expansión como el de Estados Unidos pero ¿qué puede suceder en un país en plena vorágine edificadora como España? Los estudios más recientes a los que he tenido acceso especulan con que el precio de la vivienda bajará un 15% los próximos años y se especula con que la cifra de desempleo pueda llegar al 30%.
Y nuestros dirigentes nacionales, aprendices de brujo, gastando lo que no tienen, creando un déficit público del que tardaremos décadas en reponernos, dando ayudas a países e inmigrantes extranjeros y contándonos que aquí no pasa nada.
Dios nos pille confesados. Por cierto, ¿4 millones de parados? Fácil, pues 4 millones de inmigrantes fuera de España.
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